Neptuno, en la mitología romana, era el poderoso dios de los mares, los océanos y los cuerpos de agua en general. Considerado el equivalente romano del dios griego Poseidón,

Neptuno eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera y encauza su ira provocando los temibles sismos o terremotos.

Representaciones de Neptuno en mosaicos romanos, especialmente los del norte de África, están influidas por las convenciones helenísticas. Neptuno probablemente fue asociado con manantiales de agua dulce antes que el mar. Al igual que Poseidón, fue adorado por los romanos también como un dios de caballos, bajo el nombre de Neptuno Ecuestre, patrón de las carreras de caballos.

Este dios es un rey inseparable de sus caballos. Por esta y más razones, se le simboliza con un caballo. Neptuno no viste con ropajes suntuosos, ya que su aspecto es suficiente para demostrar su poderío.

En la religión romana, el culto a Neptuno era muy importante, especialmente en las regiones costeras. Se celebraban festivales en su honor, y se le ofrecían sacrificios para apaciguar su poder y obtener su favor.

Era hijo de Saturno (dios de la agricultura y la cosecha) y Ops (diosa de la fertilidad y la tierra), y hermano de Júpiter, rey de los dioses, y Plutón, gobernante del inframundo.

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