Tras la desaparición de la dinastía Carolingia, subió al trono francés Hugo Capeto (941 - 996), conde de París y gran señor feudal, que gracias al apoyo de sus vasallos consiguió ser elegido rey por la asamblea de los feudatarios convocada en 987. Era hijo de Hugo el Grande, conde de París, a quien sucedió en el año 956.

Fue el fundador de la dinastía de los Capetos que reinaría en Francia de forma directa durante cuatro siglos hasta 1328. Le sucederían otras ramas menores de la dinastía: los Valois (1328 - 1589), los Borbones (1589 - 1830) y los Orléans ( 1830 - 1848).

Su señorío sobre diversos feudos alrededor de París y de Orleans le convirtieron en virtual monarca de Francia, y cuando Luis V, último rey de la dinastía Carolingia, murió en el 987 sin dejar heredero.

La dinastía de los Capetos fortalece el poder real al reafirmar los principios de la herencia, la primogenitura y la indivisibilidad de las tierras de la Corona.

El título de rey no era enteramente hereditario. Cada nuevo rey, antes de ser coronado, había de ser reconocido por los obispos y los principales señores del reino, y a esto se decía elegir.

Pero cuando el rey tenía un hijo, siempre se le elegía. Para mayor seguridad, los reyes tomaron la precaución de hacer elegir y consagrar a su hijo en vida. El padre y el hijo reinaban juntos en este caso.

En mil años de presencia en tronos europeos, representantes de las diferentes ramas de la dinastía gobernaron sobre varios países.

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