Las semillas permanecen latentes o inactivas hasta que se dan las condiciones adecuadas para su germinación. Todas las semillas necesitan agua, oxígeno y una temperatura adecuada para germinar.

Algunas semillas también necesitan una luz adecuada. Algunas germinan mejor a plena luz, mientras que otras necesitan la oscuridad para germinar.

Cuando una semilla se expone a las condiciones adecuadas, el agua y el oxígeno se absorben a través de la cubierta de la semilla. Las células del embrión empiezan a crecer. A continuación, la cubierta de la semilla se abre y surge primero una raíz o radícula, seguida del brote o plúmula que contiene las hojas y el tallo.

Hay muchas cosas que pueden provocar una mala germinación. El riego excesivo hace que la planta no tenga suficiente oxígeno. Plantar las semillas a demasiada profundidad hace que utilicen toda su energía almacenada antes de llegar a la superficie del suelo. Las condiciones de sequedad hacen que la planta no tenga suficiente humedad para iniciar el proceso de germinación y mantenerlo. La cubierta de algunas semillas es tan dura que el agua y el oxígeno no pueden pasar hasta que la cubierta se rompe. Remojar o rascar las semillas ayudará a romper la cubierta de la semilla.

Otras semillas necesitan ser expuestas a temperaturas adecuadas. Las semillas de manzana no germinan si no se mantienen a temperaturas frías durante un tiempo.

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