En la antigüedad, como los tintes eran difíciles de obtener, las telas teñidas de púrpura eran extremadamente costosas y su uso estaba restringido a quienes podían pagarlas. Eventualmente las prendas teñidas con púrpura adquirieron un valor simbólico, denotando nobleza: en tiempos de la Roma imperial, por ejemplo, solo el emperador tenía permitido llevarlas.

Vitruvio (arquitecto, escritor, ingeniero romano), en el siglo I a. C., relata que la coloración del tinte púrpura variaba entre azulada y rojiza, y atribuye esa variación al lugar de colecta de los moluscos con que se lo elaboraba; sin embargo, hoy se considera que la variación podía deberse al uso de diferentes especies de caracoles (cada una de las cuales produce un color algo distinto), a la mezcla de los tintes con el propósito de obtener variantes de color​ o a otras particularidades del procedimiento de teñido. De hecho, el término proviene de los caracoles marinos también llamados púrpuras (Stramonita haemastoma, Nucella lapillus).

Popularmente, se usan como sinónimos nombres como morado, violeta, lila, malva, magenta o cárdeno. Sin embargo, estas denominaciones tienen diferente etimología, y aunque también son coloraciones situadas entre el rojo y el azul, han desarrollado en general su propio significado específico.

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