Augusta Sabina Popea, no pasó a la historia por ser una mujer escrupulosa, precisamente. Era joven cuando se casó con Rufo Crispino, un perfecto pretoriano, pero la cosa duró menos que un suspiro ya que el emperador Nerón quedó prendado de ella y ordenó que se la robaran, así de sencillo.

Para disimular un poquito, Nerón hizo que se casara con Otón, su compañero de orgías y francachelas, pero sólo para que se la cuidara.

Al poco tiempo Popea se transformó en la amante de Nerón y tuvo tanta influencia sobre él que lo incitó a que diese muerte a su madre Agripina y luego a su esposa Octavia, hechos que el emperador cumplió puntualmente. Viudo por elección, el hombre se casó con Popea, que pasó a ser emperatriz de Roma, nada menos.

Para incidir tanto en Nerón, Popea debía mantenerse bellísima y además de usar máscara que la protegía del aire y del sol cada vez que salía a la calle, frotaba sus mejillas siete veces al día, para mitigar arrugas y mantener su blancura. Elaboraba una pasta, conocida como Tectorium, que aplicaba en su rostro y dejaba actuar toda la noche: la primera mascarilla facial de la historia.

Se cuenta que, tenía unas 500 burras con cuya leche se bañaba a menudo, para conservar la piel joven.

Hipócrates, el padre de la medicina, la recomendó como cura de todo mal, penetra lentamente en la epidermis, de acción exfoliante que desobstruye los poros pero sin causar estragos, elimina las células muertas y reactiva el proceso natural de regeneración celular.

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