La razón de la forma esférica de muchas frutas es, pura y simplemente, proteger las semillas que contienen. La esfera es una forma geométrica óptima: con la mínima superficie expuesta al exterior contiene el mayor volumen.

Y aunque las plantas no sepan de geometría, la selección natural sí parece estar versada en esta rama de las matemáticas. Las frutas esféricas protegen mejor sus semillas minimizando la superficie donde pájaros y otros enemigos puedan hincarles el pico. Además la esfera reduce al máximo la presión que soporta cada parte de la superficie, de manera que la fruta puede crece sin riesgo a quebrarse.

También es útil para adaptarse al frío o al calor: al exponer la menor superficie posible al exterior, los intercambios de frío y de calor se reducen, protegiendo la fruta. Esto es fácil de ver en un iglú, cuya forma esférica reduce las pérdidas de calor, pero también se puede aplicar a una sandía de huerta que durante el verano tiene que soportar altas temperaturas. Además, adoptar la forma esférica, permite reducir al mínimo el uso de materiales de construcción, poniendo de manifiesto que la esfera es una forma eficiente y económica de embalaje o de protección.

En el mundo animal, los diminutos oniscideos, más conocidas como cochinillas de humedad o bichos bola, son un buen ejemplo de la forma esférica utilizada como mecanismo de defensa. Esos pequeñísimos crustáceos se enrollan sobre si mismo en cuanto perciben el mínimo peligro.

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