Así como los mamíferos utilizamos la piel para saber qué tan calientes o fríos están los objetos en el espacio, las serpientes utilizan la lengua bífida como sensores térmicos. Según detalla Schwenk en su artículo para The Conversation, además funcionan como órganos olfativos.

Esto es así porque cuentan con “dos órganos con forma de bulbo ubicados justo encima del paladar de la serpiente, debajo de su nariz”, detalla el experto.

Por medio de estos estímulos sensoriales al cerebro es que puedan oler lo que sucede a su alrededor. Por esta razón, las serpientes no son grandes degustadoras: privilegian el olfato sobre otros sentidos para conocer el mundo.

Cada punta de la lengua cuenta con terminaciones que llegan a su propio órgano, lo que da pie a que el cerebro reconozca instantáneamente en qué espacio el olor es más fuerte.

La lógica es similar a por qué los seres humanos tenemos dos oídos: nos permiten reconocer espacialmente de dónde provienen los sonidos.

Lo mismo aplica para la la lengua de las serpientes. En lugar de capacidades auditivas en “estéreo”, explica el experto, traducen los olores del mundo con las dos puntas.

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