En la mitología romana, Minerva es la diosa de la sabiduría y las artes, además de la protectora de Roma y la patrona de los artesanos. Se corresponde con Atenea en la mitología griega, aunque se le destituye el rango de diosa guerrera, siendo sustituida por Belona, la diosa romana de la guerra, que se corresponde a Enio en la mitología griega.

Minerva era hija de Júpiter, quien tras haber devorado a Metis, la Prudencia, sintió un gran dolor de cabeza. Recurrió a Vulcano, que le abrió la cabeza de un hachazo, y de la cabeza abierta surgió Minerva, ya armada y en unos años pudo ayudar a su padre en la Gigantomaquia (guerra contra los Gigantes), donde se distinguió por su valentía.

Una de las características más famosas de la historia de Minerva es su desacuerdo con Neptuno para bautizar con su nombre a la ciudad de Atenas. Doce grandes dioses, elegidos como árbitros, decidieron que quien produjera la cosa más útil para la ciudad otorgaría su nombre. Neptuno, de un golpe de tridente, hizo que la tierra produjese un caballo. Minerva hizo que creciera un olivar, y eso fue lo que le dio la victoria.

Se le dedicaban grandes sacrificios, de forma que en las grandes Panateneas cada tribu del Ática le dedicaba un buey, cuya carne se distribuía a continuación entre el pueblo. En ocasiones también la serpiente que se le relaciona con su astucia y la sutileza de su belleza, con la sagacidad que este animal representa.

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