Ya en el cristianismo antiguo, las iglesias se orientaban hacia el este. De esta forma, la misa y los salmos se celebraban mirando hacia Oriente, lo que tenía un doble sentido: se oraba mirando hacia Tierra Santa, el lugar donde nació y murió Jesucristo, y hacia la luz, ya que el Sol sale por el este.

La orientación este-oeste resultaba especialmente importante en los templos góticos. El presbiterio se sitúa hacia oriente mientras que el pórtico se abre al occidente. Los peregrinos que entraban en las iglesias por la mañana veían el altar como la parte más luminosa, un efecto teatral que representaba algo más profundo: el concepto medieval de que la vida era solo un tránsito hacia el cielo, hacia Cristo, es decir hacia la luz.

El simbolismo de la luz está en la base del gótico. Se desarrollaron técnicas arquitectónicas para construir templos cada vez más altos y con ventanas cada vez más grandes. El objetivo era introducir el máximo de luz exterior en el interior.

Lamentablemente, la decoración de muchos templos góticos en Europa, fue posteriormente sustituida por obras de arte barroco. Con el barroco, el altar pasó de ser el lugar más luminoso de la iglesia a uno de los más oscuros y umbríos, tapado a menudo por muros y rejas.

Las mezquitas también siguen esta misma orientación, su planta es rectangular y son siempre una reproducción esquemática de la casa de Mahoma.

Más información: sac.csic.es