En el arte occidental, la pintura de vanitas son obras de arte de naturaleza muerta que pretende recordar al espectador la fugacidad de la vida y la inutilidad de los placeres terrenales.

Las pinturas de vanitas recuerdan a los espectadores su propia mortalidad al incluir objetos que simbolizan tanto la vida como la muerte, como calaveras, velas encendidas y apagadas, libros, flores marchitas, vino e instrumentos musicales

Una vanitas también es una pintura de objetos simbólicos que transmite un mensaje bíblico o cristiano sobre la temporalidad de la aniquilación frente a la permanencia de los valores cristianos.

El término latino significa vanidad (de vanus, “vacío”), entendida no como soberbia sino en el sentido de la futilidad y la fragilidad de la vida.

La vanitas comenzó en los Países Bajos alrededor del 1620, desde donde se extendió por todo Europa. El mensaje que buscaba transmitir era el de la poca relevancia de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte.

Está muy emparentado a los bodegones -género que consiste en retratar banquetes y naturaleza muerta- y funciona como una corriente estética que, en la que cada país toma su idiosincrasia y adquiere características singulares.

Cuando llegó a la España contrarreformista obtuvo un sentido fuertemente religioso entre el pesimismo y la redención.

El gran pintor español de vanitas, o de desengaño, se llamó Antonio de Pereda, nacido en Valladolid en 1611y fallecido en Madrid en 1678.

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