La abadía de Cluny situada en Francia fue fundada en la zona de lo que más tarde sería el municipio francés homónimo el 2 de septiembre del año 909 por Guillermo I de Aquitania, conde de Auvernia, el cual instaló allí al abad Bernón de Baume, y puso la abadía bajo la autoridad inmediata del papa Sergio III. La abadía y su constelación de dependencias se convirtieron pronto en el ejemplo del tipo de vida religioso del siglo XI.

La Orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y, en parte debido a su estricta adhesión a un código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio reconocido como ejemplo del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X. Una sucesión de abades competentes fueron también figuras relevantes en el terreno internacional.

El propio monasterio de Cluny se convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa. La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII.

La primera época del monasterio está marcada por sus grandes abades, que lograron hacer de él un establecimiento poderoso e influyente. A Bernon (909-926) le sucedió san Odón (926-942), durante su mandato el papa Juan XI otorgó un privilegio (en 931) según el cual autorizaba a cualquier monje a romper su voto de estabilidad con su monasterio para acercarse a Cluny.

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