Esta frase surgió en la época de la Reina Catalina de Médicis, esposa de Enrique II, Rey de Francia, durante el tiempo de las persecuciones, la soberana que era muy desconfiada de sus colaboradores, ordenó que en las paredes del castillo instalaran conductos acústicos secretos que llegaran a todas las habitaciones.

La Reina así pudo conocer de algunos planes y conversaciones, cuando los empleados se dieron cuenta de aquello, se difundió la voz y como advertencia decían “Las paredes tienen oídos”.

Con el paso del tiempo se popularizó y se la emplea a modo de recomendación para tener cuidado de lo que se dice en ciertos lugares.

El erudito y publicista madrileño, Vicente Vega, afirma acerca de esto lo siguiente: "Recuerdo haber leído en alguna parte que la reina, mediante taladros en las paredes y en los techos, hábilmente disimulados entre las molduras, espiaba a quién le parecía".

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