En la ciudad de Tangshan, China, el 28 de julio de 1976 se produjo un terremoto de magnitud de 7.5 grados en la escala de Richter. Fue el más grave que tuvo el mundo moderno en relación de vidas perdidas, matando (según datos oficiales) 242,419 personas, pero algunas fuentes no oficiales indican que la cifra podría ser hasta tres veces mayor.

De los 352 edificios de ladrillos, de varios pisos, 117 se desplomaron por completo; 85 se vinieron abajo parcialmente y 99 sufrieron severos daños. Solamente cuatro no fueron afectados.

Varios puentes sobre carreteras se desplomaron o sufrieron grandes desperfectos. Muchos de estos desplomes impidieron que se pudiera prestar ayuda a los damnificados.

La localidad quedó aislada, con los suministros eléctrico y de agua potable cortados, las comunicaciones por teléfono, telégrafo y radio interrumpidas y carreteras. Más de 450 kilómetros de vías sufrieron daños.

Aunque el temblor se sintió también en grandes ciudades cercanas como Pekín y Tianjin (a 180 y 130 kilómetros, respectivamente), un minero, Li Yulin, tuvo que ir hasta la capital para informar al Gobierno chino de la magnitud de la catástrofe y pedir ayuda.

El régimen chino, con los últimos coletazos de la Revolución Cultural y dividido por disputas internas por la debilidad de un Mao Zedong que moriría seis semanas después, rechazó toda ayuda foránea. La noticia del terremoto, de hecho, no se supo hasta varios días después.

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