El popular jardín infantil o kindergarten tiene su origen y asentamiento en Alemania, en 1840, donde el científico y educador Friedrich Froebel a mediados del siglo XIX creó un sistema de enseñanza basado en las leyes de la naturaleza y lo aplicó a los primeros pasos de la existencia humana.

Su genuina inquietud por el bienestar de niñas y niños pequeños lo llevó incluso al diseño de un especializado material didáctico. Estaba convencido de que el juego era la expresión más alta del desarrollo humano y que las educadoras debían “aprender a hacer, haciendo”. Desde su sensibilidad de educador, acuñó el concepto y lo introdujo en la pedagogía.

Vislumbró que un niño o una niña podían considerarse también un cristal, por lo que el rol de la educación tenía que ser conducir a ese naciente cristal de la “unilateralidad, la individualidad y el carácter incompleto” hacia la “multilateralidad, la armonía y la integridad”. Con eso estaba asentando el principio vital de su propuesta filosófico pedagógica.

De allí que sus jardines dispusieran de un huerto dividido en dos: una parte donde había pequeñas parcelas individuales que cada niño/a cuidaba por sí solo y la otra, dedicada al trabajo colectivo para estimular la colaboración.

La revolucionaria propuesta de Froebel no tardó en expandirse por el mundo, muchos países occidentales la adoptaron gracias a que su libro “La educación del hombre” fue traducido a varios idiomas y a la difusión de sus seguidores.

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