La filosofía occidental se asienta en la obra de los tres grandes filósofos griegos de la Antigüedad: Sócrates, Platón y Aristóteles. Pese a la singular relación que los unió (Sócrates fue maestro de Platón, quien lo fue a su vez de Aristóteles), la orientación de su pensamiento tomó distintos caminos, y correspondería a Aristóteles culminar los esfuerzos de sus maestros y ejercer la influencia más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la teología, sino prácticamente en todas las disciplinas.

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, una ciudad de la Antigua Grecia en la península de Calcídica. Su padre, Nicómaco, murió cuando Aristóteles era un niño, y fue criado por un tutor. A los diecisiete o dieciocho años ingresó en la Academia de Platón en Atenas, donde permaneció hasta los treinta y siete.

Poco después de la muerte de Platón, abandonó Atenas y, a petición de Filipo II de Macedonia, tuteló a su hijo Alejandro Magno a partir del 343 a.C. Estableció una biblioteca en el Liceo que le ayudó a producir muchos de sus cientos de libros en rollos de papiro.

Aristóteles escribió cerca de 200 obras, de las cuales solo se han conservado 31 (ninguna de ellas destinada a la publicación) en el Corpus Aristotelicum sobre una enorme variedad de temas.

Entre muchas otras contribuciones, Aristóteles formuló la teoría de la generación espontánea, el principio de no contradicción y las nociones de categoría, sustancia, motor inmóvil, acto y potencia.

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