Aunque existen precedentes, Auguste Mustel, organero y constructor de armonios, desarrolló en 1886, en París, un instrumento llamado "celesta" que cumplía todas las exigencias no alcanzadas anteriormente y que muy pronto se impuso en las orquesta.

Cinco años después, Tchaikovsky en su viaje a París, descubrió el instrumento. En una carta a su editor le comunica: "He descubierto un nuevo instrumento en París con un tono divinamente hermoso". Pidió a su editorial que adquiriera uno para su nuevo ballet, pero que lo mantuviera en completo secreto pata evitar que Rimsky-Korsacov y Glazounov hicieran uso el nuevo efecto antes que él.

El mecanismo de la celesta se compone de martillos activados por teclas, los cuales golpean por arriba unas láminas metálicas colocadas sobre resonadores de madera. Estas láminas, al ser percutidas, causan una resonancia sobre los resonadores, produciendo un sonido «celestial», de ahí su nombre que proviene del francés: cèleste.

En 1892, "El Cascanueces" fue un gran éxito y las compañías de ballet de todo el mundo querían realizarlo. Es el instrumento principal en la "Danza del Hada de Azúcar" y está ligado para siempre a este famoso ballet gracias a un secreto bien guardado.

Su versatilidad ha llegado hasta nuestros días: La celesta es el instrumento que suena al principio de muchas bandas sonoras de las películas de Harry Potter.

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