Al final de la República, Platón nos presenta un misterioso mito, en el que aparece un armenio llamado Er que volvió de la muerte y contó todo lo que había visto. Según lo que él relata, al morir cada uno de nosotros llega a una gran llanura desde la cual, según haya sido nuestra vida, se nos envía a un periplo por el cielo o bien por la tierra. A la vuelta de este viaje, hemos de escoger cuál será nuestra vida futura.

Y cuenta Platón, por boca de este armenio resucitado, cómo se despliegan ante el ser humano todo género de vidas: tiranos, ricos, famosos, agricultores, sabios... e incluso animales. A renglón seguido, los que han optado por este género de vida comienzan a reflexionar y se dan cuenta de lo que va aparejado a este estilo de vida: traiciones, asesinatos, miedo, injusticias... y lamentan desde el principio la irresponsable elección que han realizado.

Con este mito cierra Platón uno de sus diálogos más importantes y cierra, en cierta forma, la pregunta con que lo iniciaba: ¿Acaso no es más feliz el hombre injusto que el justo y conviene, por tanto, ser injusto en todo lo que nos sea posible"? La respuesta platónica nos puede parecer ingenua e inocente, pero no está exenta de cierta fuerza: sólo cuando nos vemos en la piel del injusto (representado en el mito por el tirano) tomamos conciencia de las dificultades que acompañan a este género de vida.

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