En una noche de 1964, "Kitty" Genovese fue apuñalada en el barrio de Queens, en Nueva York. Sus gritos de ayuda despertaron a 38 vecinos. El agresor, alertado, huyó; pero al rato regresó y remató a su víctima. En total pasaron unos 45 minutos hasta que alguien decidió llamar a la policía.

Aunque se aclaró que la prensa exageró estos hechos, causó el revuelo suficiente para alertar a los psicólogos sociales.

Se demostró que una persona es menos propensa a prestar ayuda o socorro si están presentes otros espectadores ocasionales. A esto se le conoce como efecto espectador o síndrome Genovese.

Ante una situación de emergencia, según aumenta el número de espectadores, cada observador individual es menos propenso a notar el accidente, interpretarlo como problema o intervenir. Cuantas más personas, menos sensación de responsabilidad.

Además, la pasividad colectiva refuerza la idea de que es la mejor actitud porque es común a varias personas: "si los demás no ayudan, yo tampoco".

Se sabe que vivir en una ciudad grande y poblada reduce el altruismo. En países ricos se presta menos ayuda a desconocidos. En culturas que admiten actitudes más amistosas y abiertas, se tiende al revés.

Muchos estudios confirman el efecto espectador. En 1975, Bibb Latané y otros investigadores dejaron caer accidentalmente monedas o lápices durante 1497 viajes en ascensor. Recibieron ayuda el 40% de las veces si había otra persona en el ascensor, pero menos del 20% si había seis pasajeros.

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