Juan Calvino, bautizado como Jehan Cauvin (1509-1564) es, con Lutero, el otro gran reformador del siglo XVI. Aunque francés de nacimiento, desarrolló su actividad principalmente en Suiza, en la ciudad de Ginebra, donde llevó a cabo la personal reforma religiosa que de él ha tomado el nombre: el calvinismo.

Al igual que Lutero, también Calvino opinaba que el hombre no podía salvarse por su cuenta, sino solo mediante la gracia de Dios. Pero Calvino elabora un ulterior elemento en el proceso de salvación, la doctrina de la predestinación, según la cual todo hombre está predestinado a la salvación eterna o condenado desde el momento de su nacimiento.

El éxito personal del hombre, en el trabajo, en los negocios es, según Calvino, un signo exterior de la preferencia de Dios, y por lo tanto un indicador de estar predestinado a la salvación.

Dentro del protestantismo, el calvinismo se caracteriza por llevar hasta sus últimas consecuencias lógicas la soberanía absoluta de Dios y por haber logrado una prudente, pero estricta, organización humana en sus iglesias.

Juan Calvino llevó a cabo una segunda Reforma. Sus intenciones y sus esfuerzos se encaminaron a reunificar las diversas tendencias protestantes, y logró atraer a los seguidores de Huldrych Zwingli en el Consensus tigurinus (1549); sin embargo, consumó de hecho la ruptura con el luteranismo, y dio lugar, en paralelo con éste y con el anglicanismo, al tercer gran grupo dentro del protestantismo.

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