En la mitología griega ¿por qué Dédalo e Icaro se hicieron unas alas?
En la mitología griega, Ícaro es hijo del arquitecto Dédalo y de la esclava llamada Náucrate. Dédalo era el inventor más hábil de Atenas, era famoso por inventar naves que navegaban bajo el mar y llegó a competir con su discípulo Talos, que acabó convirtiéndose en mejor inventor que su maestro.
Este hecho despertó la envidia de Ícaro, lo que le llevó a Dédalo a empujar a Talos desde el tejado de la Acrópolis, por amor a su hijo.
Padre e hijo se vieron obligados a exiliarse en Creta para evitar ser castigado por la muerte de Talos. Allí bajo el encargo del rey Minos, Dédalo construyó un laberinto para encerrar al Minotauro, un monstruo mitad hombre y mitad toro. Pero Minos para que nadie supiera como salir de él, encerró también a Dédalo e Ícaro.
Estuvieron allí encerrados mucho tiempo, desesperados por salir, se le ocurrió a Dédalo fabricar unas alas, con plumas de pájaros y cera de abejas, para escapar de laberinto.
Dédalo advirtió a su hijo de que no volara demasiado alto, para evitar que el sol derrita la cera de sus alas y tampoco demasiado bajo porque las alas se les mojarían convirtiéndose en muy pesadas para volar.
Y así empezaron el viaje, al principio Ícaro obedeció los consejos de su padre, pero después comenzó a volar demasiado alto, se acercó tanto al sol que derritió la cera que sujetaba las plumas de sus alas, cayó al mar y se ahogó. Dédalo recogió a su hijo y lo enterró en una pequeña isla que más tarde recibió el nombre de Icaria.
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