Bélgica es uno de los pocos estados europeos en los que el sufragio electoral es obligatorio, junto con Luxemburgo y Grecia. Con más de cien años en vigor, hace más de dos décadas que Bélgica debate una reforma electoral que suprima de una vez esta particularidad en el voto. Aunque hasta ahora todos estas propuestas siempre se han quedado en agua de borrajas.

En 1892 se aprobaba en Bélgica el sufragio obligatorio no forzado gracias a la iniciativa de los partidos democristianos temiendo que, debido al auge del socialismo y a su capacidad de movilización popular, su electorado se quedara en casa en vez de ir a votar. Sin embargo este tipo de sufragio comienza a perder fuerza en el siglo XX. La tendencia en Europa ha sido la supresión del voto obligatorio y son cada vez menos países los que lo mantienen.

No obstante, aunque el voto obligatorio no es forzado, sí que tiene una serie de penalizaciones para aquellos que no ejercen su derecho en Bélgica. Sanciones económicas que van desde los 30 a 50 euros, incluso algunas con carácter mas administrativo, como la imposibilidad de opositar para el funcionariado público si se observan reincidencias en otros comicios.

De hecho, estas sanciones recaen sobre los colectivos más abstencionistas que son precisamente las clases más pobres. En los últimos años la situación dio un giro argumental y ahora es la izquierda quien defiende la posición de obligatoriedad.

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