Arthur Conan Doyle (1859-1930) creó a Sherlock Holmes, basándose en otros primeros detectives como C. Auguste Dupin de Edgar Allan Poe.

Holmes no tardó en cautivar la imaginación de todos, como un sabueso detective, austero, concentrado e inagotable. Tenía una extraña facilidad de observación que asombraba a todos los que entraban en contacto con él, incluido su amigo y cronista, el doctor John H. Watson.

Holmes resuelve muchos delitos de diversa índole, desde la realeza y los jefes de gobierno hasta la gente más sencilla, como un contable o un jardinero.

Sin embargo, al final se topa con su archienemigo, al que denomina «el Napoleón del crimen»: el profesor Moriarty, que está metido en todas las actividades delictivas de Londres.

En el «El problema final» (1893), Holmes causó tanto dolor a Moriarty, que éste lo persigue hasta Suiza y las cataratas de Reichenbach, cerca de Meiringen, donde ambos llegan a una pelea física que termina con la muerte de ambos por las cataratas.

El clamor del público por la pérdida de Holmes fue tan grande que Doyle lo devolvió a la vida y Holmes siguió resolviendo muchos más crímenes y se retiró a una vejez feliz con la apicultura como pasatiempo.

Más información: es.wikipedia.org