La leyenda popular cuenta que el autor de la Eneida, el poeta romano Publio Virgilio Marón, tenía como mascota a una mosca, tanto la llegó a querer que cariñosamente se refería a ella como “Mosca” y cuando esta falleció, le organizó un sonoro funeral.

Según cuentan que para ese funeral, además de gastar 800.000 sestercios, que es equivalente a unos 120,000 euros de nuestros tiempos, él mismo envolvió su cadáver en un sudario, depositando el cadáver en un mausoleo construido en sus propias tierras para dicho fin, con una lápida y su correspondiente epitafio: (Mosca. Séate leve esta urna y descansen en ella tus huesos)

Esta locura tenía una explicación, que después de un año se hizo pública la verdadera razón de ello:

Tras el asesinato de Julio César se selló la alianza entre Lépido, Marco Antonio y Octaviano, en lo que sería el Segundo Triunvirato en la República romana.

Virgilio, tuvo acceso a una información que le afectaría sobremanera a su patrimonio personal.

El Triunvirato pretendía promulgar un decreto por el que se expropiarían las tierras de los terratenientes y así repartirlas entre los soldados, quedando exentos los terrenos en los que hubiera tumbas al considerarse tierras sagradas, eso sí, sin especificar el tipo de difunto.

La figura de Virgilio no sería recordada por esta anécdota, sino por su obra, autor de la influyente Eneida, entre otras.

Simplemente será recordado como el gran Virgilio.

“A cada cual le vence su pasión” (Virgilio)

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