Pese a enviar sensaciones de dolor al resto del cuerpo, el cerebro no puede sentir dolor, pero si lo hacen las áreas que le rodean, como las meninges, tejidos nerviosos y vasos sanguíneos. Cuando estos sienten algún tipo de presión o trauma, se producen los llamados «dolores de cabeza», pero lo que duele no es el cerebro.

Si bien el cerebro en si no puede doler, este órgano sí es capaz de causarlo. Para ello recibe señales desde los receptores ubicados en las diferentes partes del cuerpo, que viajan a través de la médula espinal, para luego llegar al cerebro, específicamente al tálamo. El tálamo dirige esa sensación a otras partes del cerebro para que las traduzcan en la reacción correcta, que puede ser dolor, fiebre o frío, entre muchas otras cosas.

El dolor es una forma de protección para evitar que nos hagamos daño o avisar que algo no está bien. La corteza cerebral examina el dolor que se está sintiendo, clasificándolo y comparándolo con otro dolor. El tálamo también puede enviar la sensación al sistema límbico, en caso de tratarse de dolor emocional.

En ciertas cirugías cerebrales se fija el cráneo a una estructura con tornillos para evitar que el paciente lo mueva y solo se aplica anestesia local en las áreas externas que se abren para llegar al cerebro, mientras el paciente está despierto y alerta.

Operando con el paciente despierto, el cirujano puede tener información inmediata sobre el resultado de la operación o si algo está saliendo mal.

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