Uno de los tipos de cocina moderno es el que funciona con gas (natural, propano, butano...). Los fogones (llamados «hornallas» en Argentina y Uruguay, «hornillos» en Centroamérica, «hornillas» en Perú, Bolivia y Venezuela, «quemadores» en Chile y España, e «infiernillos» en España) tienen un inyector, que deja salir el gas en una cavidad donde se mezcla, por efecto venturi, con el aire necesario para la combustión. La mezcla aire-gas sale por los orificios del quemador donde arde.

La creación de este tipo de cocinas es relativamente reciente. Luego de años de cocinar en fogones, la Primera Revolución Industrial alentó nuevos inventos como la cocina económica que funcionaba a base de carbón. Estas eran sucias, difíciles de manejar y muy contaminantes.

Las preocupaciones sobre la contaminación del aire y la deforestación causaron una disminución en las cocinas de leña y carbón. Pero fue el inventor británico James Sharp quien patentó la primera estufa de gas viable. Sharp patentó la cocina de gas en Northampton, Inglaterra, en 1826 y abrió una fábrica en 1836. A partir de 1828, su invento fue comercializado por la empresa Smith & Philips.

No obstante, recién en la década de 1880 la tecnología se convirtió en un éxito comercial en Inglaterra. Es que fue durante ese período cuando se creó una red grande y confiable para el transporte de gas, haciendo que ese combustible fuera relativamente barato y eficiente para uso doméstico.

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