En la espesura de la selva de Nueva Guinea, al sureste de Papúa, habitan los Korowai, un pueblo de alrededor de 3.000 personas que, hasta 1970, no se sabía que existía.

Se trata de la última tribu caníbal del mundo. Son cazadores-recolectores y horticultores itinerantes (que practican la agricultura de subsistencia migratoria). Tienen excelentes habilidades para la caza y la pesca. Comen principalmente cerdos salvajes, ciervos, plátanos y harina de la palma de sagú

Viven en casas construidas en las copas de los árboles, en grupos de 10 a 12 personas, para mantenerse alejados de los espíritus del mal que acechan la selva.

El que lleve a cabo actos extraños o sea un khahua (brujo) será torturado, ejecutado y comido. Matan y se comen a quienes consideran brujos, unos seres capaces de tomar forma humana, que son responsables de las muertes misteriosas en el clan.

El ritual-banquete no es para todos: no participan ni niños pequeños, ni mujeres embarazadas. Aprovechan casi todo de su enemigo. El cerebro es el bocado más preciado: se come inmediatamente después de que el khakhua está muerto, mientras todavía está caliente. Lo único que se desecha son los huesos, las uñas y el pene. Los cráneos se cuelgan de los árboles como una advertencia para los potenciales agresores.

Los antropólogos sospechan que en los últimos años, a partir del contacto cada vez más frecuente entre la tribu y viajeros de diferentes culturas, esta práctica ha cesado.

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