“Todo para el pueblo pero sin el pueblo“, cuya frase original en francés es “Tout pour le peuple, rien par le peuple” es una frase que se originó en Francia, y hace alusión a la idea de un poder casi absoluto sostenido por un gobernante, el cual brinda a su pueblo aquello que necesita pero sin darle mayores atribuciones sociales o políticas que puedan descentralizar su régimen.

El despotismo ilustrado se impuso en numerosos países, como Francia con Luis XV, España con Carlos III, Portugal con José I, Rusia con Catalina II, Austria con José II y Prusia con Federico II.

Estos monarcas ilustrados llevaron a cabo en sus países diversas reformas: centralizaron la administración, unificando la legislación y las instituciones de todo el territorio; modernizaron la economía, fomentando la agricultura, la industria y el comercio; mejoraron las condiciones de vida del tercer estado; intervinieron en los asuntos de la iglesia, permitiendo la venta de alguno de sus bienes o expulsando a las órdenes religiosas que se oponían a sus principios, como los jesuitas; y fomentaron la instrucción pública, las ciencias y las artes.

El monarca sigue siendo el centro de poder y no tiene obligación de justificar sus acciones. El absolutismo ilustrado seguía un principio básico, aumentando el bienestar del pueblo y dándole una educación básica. Varios monarcas aceptaron las ideas propuestas por la ilustración y dieron origen al absolutismo ilustrado.

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