Doña Francisca Enríquez, virreina del Perú y "descubridora" de la quinina Condesa de Chinchón, sanó de su enfermedad gracias a una sustancia que se exportó a Europa, donde cobró gran importancia.

En 1629, el rey de España Felipe IV nombró al IV Conde de Chinchón, Luis Jerónimo Fernández de Bobadilla y Mendoza, como virrey del Perú (1629-1639). Dos meses después de la toma de posesión, llegó al puerto de El Callao, su segunda esposa Francisca Enríquez de Rivera.

En pocos días la condesa se sintió muy débil y fatigada, el cuadro clínico, indicaba que había enfermado de Malaria. Una criada india la animó a tomar una sustancia disuelta en agua, el remedio resultó milagroso y, tras frecuentes tomas, a las pocas semanas la virreina estaba recuperada. Su criada le había suministrado quinina, un componente extraído de la corteza del árbol de la quina. Previamente machacado y convertido en polvo, por esto, se conocería la quina como "polvos de la condesa".

Aunque cada día tiene menos peso la leyenda de los polvos de la condesa, el naturalista sueco Carlos Linneo, creyó en la leyenda y bautizó la planta como Cinchona en honor de la condesa de Chinchón.

Doña Francisca Enríquez de Rivera, quedó inmortalizada en una estatua erigida en su natal Chinchón en 1997. En la placa, debajo del busto, figura la castellana condesa como virreina del Perú y "descubridora de la quina, en 1629". El árbol de la quina es hoy el árbol nacional del Ecuador y es parte del escudo del Perú.

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