El Tamarindo (Tamarindus indica), no tiene parientes cercanos en el mundo vegetal. Es como un primo lejano de las legumbres, pero mucho más exótico.

Es un árbol originario del África tropical, durante miles de años se han consumido sus frutos, y parece que de la mano de los humanos llegó a Asia en tiempos muy remotos, más tarde, en el Siglo XVIII, españoles y portugueses lo llevaron a América. Con semejante dispersión, ese fruto forma parte de la cocina y cultura de sociedades tan distintas como hindúes, chinas, mexicanas y bolivianas. Hoy en día, los mayores productores y consumidores del mundo son los países subtropicales y tropicales de América.

El tamarindo tiene un fruto que parece una vaina marrón y arrugada, pero en su interior guarda una pulpa dulce y ácida que se usa para hacer salsas, bebidas, dulces y medicinas. Es muy rico en vitaminas, minerales y fibra, y tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y laxantes. Sus semillas se pueden tostar y moler para hacer harina.

El Tamarindo es un árbol muy resistente y longevo, que puede vivir más de 200 años y alcanzar los 30 metros de altura. Tiene un tronco grueso y una corteza áspera, y unas hojas verdes y plumosas que se cierran por la noche. Sus flores son amarillas con rayas rojas.

Este árbol increíble no está amenazado, al contrario, está más extendido que nunca. Por cierto, su nombre, Tamarindus, se traduce del árabe como “Dátil de la india”, aunque no es originario de Asia, si no africano.

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