El término latino sonus (que puede traducirse como “sonido”) derivó en el vocablo italiano sonetto. La evolución etimológica nos llevaría, en nuestra lengua, a la palabra soneto, que se utiliza para nombrar a una clase de poesía formada por catorce versos de tipo endecasílabo, que se distribuyen en cuatro estrofas: dos que cuentan con cuatro versos (cuartetos) y dos que tienen tres versos (tercetos).

Lo habitual es que el primer verso rime con el cuarto, mientras que el segundo verso rime con el tercero. Las consonancias, en todos los casos, tienen que ser las mismas. Otra característica compartida por la mayoría de los sonetos es que, a lo largo de sus versos, puede advertirse una introducción, un nudo central y un final a modo de conclusión. El poeta, por lo tanto, buscará introducir un tema, desarrollarlo y darle un cierre a través de un pensamiento o reflexión.

Llegó a España en el siglo XV de manos de la figura del Marqués de Santillana. Desde ese momento empezó a practicarse por muchas plumas de aquel entonces y de fechas posteriores. No obstante, los que están considerados como “padres” del soneto en el citado país son Garcilaso de la Vega y Juan Boscán.

Uno de los momentos más importantes que ha tenido este tipo de composición poética fue en el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y principios del XX.

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