En la religión de la antigua Grecia, los dioses olímpicos eran los principales dioses del panteón griego, que moraban en el monte Olimpo (el más alto de Grecia).

A ellos les fueron consagrados tanto templos, como festividades cívicas, actividades artísticas y deportivas, siendo considerados los más importantes dentro del amplio conjunto de las deidades de la mitología griega.

Tal y como se documenta en las fuentes, los escritos de Homero y la Teogonía de Hesíodo (siglo VII-VIII a. C.), los doce olímpicos ganaron su supremacía en la Tierra después de que Zeus, junto a sus hermanos Poseidón y Hades, y sus hijos (que completan el resto del panteón), lograran la victoria en la guerra contra los Titanes.

Como ocurre con otros aspectos y elementos de la mitología, el número e identidad de los dioses que habitaban el Monte Olimpo (el llamado «Concilio de los dioses») es impreciso de acuerdo con la tradición.

Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa son siempre considerados dioses olímpicos. Hestia, Deméter, Dioniso, Hades, Perséfone, Hebe, Asclepio, Eros, Pan y Heracles, después de ser divinizado, son los dioses variables que completaban la docena.

En sus orígenes, los primeros cultos se remontan aproximadamente hace 5000-6000 años, hacia el 3500 a. C. El culto a las deidades de la Antigua Grecia permanece vigente en el Helenismo.

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