Los osos pertenecen a las especies de mamíferos que duermen durante el invierno, pero no se consideran auténticos hibernadores en el sentido de que no interrumpen por completo sus funciones vitales. Algunas ardillas del ártico, por ejemplo, hibernan hasta el punto de que su temperatura corporal desciende por debajo del punto de congelación. Los osos en cambio permanecen más despiertos precisamente para estar alerta en caso de peligro. Por esta razón algunos investigadores los consideran como superhibernadores mientras que otros estiman que no se puede hablar de auténtica hibernación.

Fisiológicamente, la hibernación de los osos consiste en un estado de dormición o letargia invernal que hace descender su ritmo cardiaco desde 40-50 hasta unas 10 pulsaciones por minuto, el ritmo respiratorio baja a la mitad y la temperatura se reduce en 4 ó 5 grados. El oso deja de comer, beber, defecar y orinar y mantiene las constantes funcionales gracias a la energía proporcionada por las reservas grasas acumuladas en otoño. Pueden permanecer en este estado más de 100 días.

La hibernación viene precedida por la búsqueda de una cueva y su acondicionamiento con una cama de hierbas y ramillas. En la Cordillera Cantábrica, casi el 80% de las oseras invernales se encuentran en cuevas y el 20% restante están excavadas en el suelo. Para la ubicación de estos refugios, los osos eligen lugares de vegetación impenetrable y laderas de muy difícil acceso.

Más información: es.calcuworld.com