Todos tenemos o tuvimos al menos uno. Un cubo Rubik con caras móviles, divididas en nueve cuadrados en seis colores básicos; forma rompecabezas tridimensional en el que una vez mezclados los colores parece imposible volverlos a ordenar. La mayoría de nosotros no logramos obtener la única combinación correcta de las 4.3 x 1019 posibles y nos quedamos después de horas, días o hasta semanas de frustración con un objeto de caras multicolores.

Erno Rubik, nació en Budapest y es arquitecto de profesión. Cuando era profesor de la Escuela de Artes Aplicadas en Budapest en 1974, Erno construyó el prototipo en madera con ligas y clips no esperaba crear el juguete más vendido de todos los tiempos; a él mismo le tomó un mes solucionarlo.

Los primeros modelos hechos en Hungría se llamaron Buvos Kocka (Cubos Mágicos en su idioma original) y pesaban lo doble de los siguientes modelos lo que dificultaba su manipulación. Cuando la patente salió de Hungría, entonces parte del bloque comunista, en 1980 la compañía que lo compró decidió que la palabra mágico tenía tonos de brujería por lo que después de varias posibilidades lo rebautizó como Cubo de Rubik.

Desde entonces el cubo ha viajado al espacio y ha sido armado en el fondo del mar; se han abierto mesas de debates sobre él además de exposiciones con su historia.

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