El arcabuz es una antigua arma de fuego de avancarga, es decir, en la cual tanto el proyectil como el propelente son cargados por la boca del cañón de la misma; a diferencia de las armas de retrocarga, en las que el proyectil se introduce por la parte posterior de la misma. Fue el antecesor del mosquete, y su uso estuvo extendido en la infantería europea de los siglos XV al XVII.

A pesar de su longitud, el disparo era de corto alcance (no superaba los 50 m, aunque se prefería usarlo a menos de 25 m), pero debido a su calibre y al poder de impacto de sus proyectiles era letal, ya que a esa distancia podían perforar las armaduras de los caballeros. Si se comparan sus cualidades combativas con las de los arcos y ballestas, era más impreciso y de menor alcance, pero más poderoso, y requería mucha menos destreza para manejarlo con eficacia.

Aunque su funcionamiento era relativamente sencillo, la secuencia para cargarlo era compleja y lenta, por lo que el entrenamiento de los arcabuceros se llevaba a cabo hasta convertirla en hábito.

No se sabe con seguridad si los primeros modelos de arcabuces provienen de España o de Alemania. No obstante, se sabe que en la década de 1420, en las guerras husitas (1419-1434), los rebeldes emplearon armas portátiles de fuego que al parecer eran unos primitivos arcabuces.

Lo que es un hecho es que ya en el siglo XVI el uso del arcabuz se había vuelto reglamentario en casi todos los campos de batalla euroasiáticos.

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