Aunque todos tienen ojos y en la mayoría de los casos se trata de órganos completamente funcionales, los murciélagos entienden el mundo a través del sonido. Concretamente en base al eco de los chirridos que producen a través de la boca y la nariz; es lo que se conoce como ecolocalización. Este es un modo de comunicación que los quirópteros comparten con delfines, ballenas y otros odontocetos.

Los murciélagos producen sus llamadas ultrasónicas con una laringe muy parecida a la nuestra que no obstante ha evolucionado para sus fines propios. De hecho la laringe de un murciélago puede contraerse hasta 200 veces por segundo, lo que lo convierte en el músculo más rápido conocido de todos los mamíferos.

La investigación sobre el sonar de los animales es atribuido al científico italiano Lazzaro Spallanzani en el año 1793, quien propuso que los murciélagos podían «ver con los oídos», para llegar a esta conclusión encerró a una lechuza y un murciélago en una habitación en la que colocó una serie de hilos cruzados de un lado a otro de los que colgaban campanillas; las cuales sonarían en caso de que los animales chocaran contra ellas, en la luz ambos animales fueron capaces de volar, pero cuando se hizo la oscuridad total en la habitación observó que la lechuza se desorientaba y chocaba contra las campanillas mientras que el murciélago mantenía intacta su capacidad de volar, por ello se dio cuenta de que el murciélago tenía una capacidad adicional la cual no dependía de luz.

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