El Imperio bizantino fue un imperio surgido a partir del Imperio romano, el cual en el año 395 se dividió en dos y cuya parte oriental se desarrolló como Imperio bizantino. En el año 395, Teodosio el Grande decidió dividir el Imperio romano entre sus dos hijos, y a su hijo Arcadio le correspondió el lado oriental. Su imperio perduró 1000 años más que el imperio de occidente y tuvo como capital a Constantinopla, antiguamente conocida como Bizancio.

A lo largo de su dilatada historia, el Imperio bizantino sufrió numerosos reveses y pérdidas de territorio. Aunque su influencia en África del Norte y Oriente Próximo había entrado en declive como resultado de varios conflictos, continuó siendo una importante potencia militar y económica en Europa, Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental durante la mayor parte de la Edad Media.

Tras una última recuperación de su pasado poder en el siglo XII, el Imperio comenzó una prolongada decadencia durante las guerras otomano-bizantinas que culminó con la toma de Constantinopla y la conquista del resto de los territorios bajo dominio bizantino por los turcos, en el siglo XV.

El emperador que reinaba en esta última etapa fue Constantino XI. Constantino hizo todo a su alcance para organizar la defensa de Constantinopla y conseguir el apoyo de Occidente al reconocer la obediencia de la iglesia griega a Roma, pero fue en vano. Murió durante la lucha en las murallas de la ciudad cuando finalmente los turcos se abrieron paso.

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