A mediados del siglo pasado, un ser vivo dejó, por primera vez, el planeta Tierra rumbo al espacio: la perra Laika, lanzada en el satélite ruso Sputnik 2 el 3 de noviembre de 1957.

Esta pionera de cuatro patas no regresó. Se convirtió en la primera «víctima» de las aventuras espaciales, encabezando una lista que aumentaría a lo largo de los años con otros animales.

Entre 1948 y 1961, 48 perros, 15 monos y dos conejos abrieron el camino para los descubrimientos en el espacio. Veintisiete de ellos murieron en accidentes debido a circunstancias imprevistas.

Como se sabía poco sobre los efectos que los vuelos espaciales podían producir sobre los seres vivos en el momento de la misión de Laika y, la tecnología suborbital no se había desarrollado todavía, no se tenía ninguna expectativa de que Laika sobreviviera.

Algunos científicos creían que los humanos no podrían sobrevivir al lanzamiento o a las condiciones del espacio exterior, por eso los ingenieros de vuelo vieron los vuelos de animales como los precursores necesarios para las misiones humanas.

Laika murió horas después del lanzamiento por sobrecalentamiento,​ que probablemente fue ocasionado por un fallo del sustentador de la central R-7, que forma parte del sistema térmico de la nave, al separarse de la carga útil.

La verdadera causa y tiempo de su muerte no fue revelada sino hasta 2002; en cambio, el gobierno soviético alegó inicialmente, fue sometida a eutanasia antes del agotamiento del oxígeno.

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