El origen del cruasán hay que buscarlo en el Kipferl, un bollo tradicional con forma de media luna que se elabora en Viena desde, al menos, el siglo XIII.

De la ciudad del vals saltaría a París en 1839. Un coronel de artillería austríaco, el señor August Zang, decidió hacerse pastelero y cambiar los proyectiles balísticos por la bollería. En el número 92 de la rue de Richelieu, Zang abrió una Boulangerie Viennoise, panadería vienesa.

Su famosa versión del Kipferl sería la base del moderno cruasán, llamado así porque viene del francés croissant, que significa creciente en referencia a la forma de este bollo.

En Viena circula una leyenda más divertida sobre el origen del citado bollo. Allí se dice que lo inventaron los panaderos vieneses para celebrar la victoria sobre el ejército otomano a finales del siglo XVII. Según la leyenda, los turcos para asaltar la ciudad se pusieron a excavar un túnel de noche, pero los panaderos que trabajaban de madrugada los oyeron y alertaron a los soldados.

Dependiendo del lugar, nos encontramos con diversas variedades de cruasán. Y también diferentes formas de referirse a este bollo. De esta forma, en países como Perú, Ecuador y Venezuela se le conoce como cachitos; medialunas en Paraguay, Argentina, Uruguay o Chile; y en determinados países de Latinoamérica se refieren a él como cangrejitos o cuernitos.

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