La tradición del velorio tiene sus raíces en la Edad Media, cuando la comprensión de la muerte era limitada y existía el riesgo de enterrar a personas que en realidad estaban vivas, a menudo debido a condiciones como la catalepsia provocada por envenenamiento por estaño. Para evitar este trágico error, se estableció la práctica de velar a los muertos, manteniendo el cuerpo expuesto durante un tiempo determinado antes del entierro, lo que permitía a familiares y amigos rendir homenaje al difunto y ofrecer consuelo mutuo. Con el tiempo, el velorio evolucionó más allá de su función práctica, convirtiéndose en un ritual que refuerza los lazos comunitarios y permite a los seres queridos despedirse adecuadamente, y aunque las costumbres varían entre culturas, su esencia de honrar al fallecido y apoyar a los vivos.

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