En la mitología griega el néctar era, según los primeros poetas como Homero u Ovidio, el vino o bebida de los dioses, que les era servido por Hebe o por Ganimedes, y que se describía como de color rojo. Tenía la propiedad mágica de conferir inmortalidad a cualquier mortal que tuviera la suerte de beberla. Estaba estrechamente relacionado con la ambrosía, que era considerada el alimento de los dioses, aunque a veces también se pensaba que era una bebida.

Era una ofensa grave robar néctar o ambrosía. Tántalo trató de robarles la ambrosía a los dioses, y esto lo condenó a una vida después de la muerte en el Inframundo donde fue eternamente castigado a sufrir hambre y sed; fue forzado a pararse en un río, pero cada vez que intentaba beber agua, las aguas retrocedían. Del mismo modo, cuando intentaba llegar a las ramas con frutos que estaban por encima de él, también se alejaban más de él.

Aunque se decía que el néctar proporcionaba inmortalidad, existía un inconveniente: aquel que hubiera ingerido estas sustancias, estaría obligado a seguir tomándolas, o por el contrario su fuerza vital se vería consumida y desaparecería por completo.

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