«Magenta», como nombre de color, se usó por primera vez para referirse al colorante fucsina (hidrocloruro de rosanilina), que daba un tinte descrito como rojo violeta, que podía cambiarse al violeta.

La fucsina fue descubierta en forma independiente y casi simultánea por August Wilhelm von Hofmann y François-Emmanuel Verguin en 1858, siendo comercializada por la firma Renard frères et Franc, de Lyon, Francia. Fue Renard quien bautizó a este colorante con el nombre de «fucsina» debido a que en la tinción de lana y de seda daba un color similar al de las flores de la fucsia (Fuchsia sp.),​ y a que renard («zorro» en francés) es fuchs en alemán.

La fucsina se utilizó inicialmente como colorante textil y —polémicamente, ya que es tóxica— para colorear vinos. Como tinte para telas tuvo inmediatamente un gran éxito debido a su color intenso, a pesar de que se decoloraba rápidamente por efecto de la luz.​ Estaba muy en boga para 1860, cuando los franceses rebautizaron al color de la fucsina como «magenta» en alusión a la sangre derramada en la batalla de Magenta, ocurrida en la localidad lombardo–véneta de Magenta, en Italia.

Actualmente, el tinte original de fucsina continúa usándose,​ y se han desarrollado variantes químicas que se aplican a diferentes propósitos. Todavía se llaman «fucsina» y «magenta», aunque también se los conoce por otros nombres. Su principal área de empleo es en bioquímica y medicina, donde se los usa para hacer tinciones en preparados histológicos.

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