Una de las reglas generales de ortografía es la siguiente: los monosílabos tónicos, es decir, aquellas palabras de una sola sílaba con acento de intensidad (sal, mar, Dios, soy, seis, luz, pez), no llevan tilde aunque se trate de una palabra aguda. Pero hay también una excepción a esta regla: la tilde diacrítica. Cuando un monosílabo tónico ofrece la misma forma que un monosílabo átono, y puede llegar a crear una confusión (él, dé, té, sé, tú, sí, más, mí).

Por tanto, hay que tener cuidado y no acentuar palabras como «di» («te di un regalo»), «fe» («ten fe en mí»), «fue» («Pedro fue al campo»), «pie» y «pies» («me duele el pie»), aunque los compuestos como «puntapié» o «ciempiés» (por ser polisílabas agudas acabadas en vocal o en «s») sí llevan tilde.

Por tanto, «fue» se escribe siempre sin tilde, por lo que añadir el acento gráfico a esa palabra es un error ortográfico, ni siquiera se plantea el uso de la tilde diacrítica en este caso, con la idea de diferenciar el «fue» del verbo ir y el «fue» del verbo ser, ya que el propio contexto de la frase deja claro de qué verbo se trata.

Aunque hoy no debería quedar rastro de confusión al respecto, lo cierto es que «fue» llevó tilde hasta 1959 (Normas de prosodia y Ortografía), cuando la RAE decretó que las palabras monosilábicas no deben llevar tilde, salvo tilde diacrítica en algunas de ellas. Es por esta razón que en algunas ediciones de los clásicos de la literatura se pueden leer: fué, vió, dió, rió o fuí.

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