La batalla de Queronea se libró en el año 338 a. C. cerca de la ciudad griega de Queronea, en Beocia.

A pesar de lo trascendental que fue para la historia de la Antigua Grecia, no sabemos mucho del desarrollo de la batalla. Se sabe a ciencia cierta que la lucha acabó con una monumental victoria macedonia, y que el golpe definitivo lo asestó la caballería de élite, los hetairoi, capitaneados esta vez por el joven heredero, Alejandro Magno, que en ese momento solo tenía 18 años.

Tras esta gran victoria, toda Grecia aceptó a su nuevo dueño, que tenía que decidir que hacer con sus enemigos vencidos. El trato que Filipo II dio a tebanos y atenienses fue muy distinto. Debido a sus relaciones con los persas y a sus pretensiones sobre la Grecia central, Filipo II cortó de raíz el poder de los beocios: los prisioneros de guerra solo fueron liberados a cambio de rescates muy altos, los líderes políticos fueron ejecutados o desterrados, y una guarnición militar macedonia se estableció permanentemente en la Cadmea, la acrópolis de Tebas.

Con esta batalla, Filipo II afirma su primacía sobre las póleis o ciudades-estado griegas y el fin de su independencia. Es entonces cuando convoca en Corinto a los representantes de todas las póleis para proponerles su incorporación a una Liga Panhelénica presidida por él, con el objetivo de garantizar la paz.

Nace así la Liga de Corinto. Solo de Esparta no acude ningún delegado. Se proclama una paz general y el final de todas las disputas.

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