Se ha argumentado que los peces no pueden sentir el dolor porque no tienen una densidad suficiente de fibras nerviosas adecuadas.

Un nervio cutáneo humano típico contiene un 83% de fibras nerviosas del grupo C, sin embargo, los mismos nervios de los humanos con insensibilidad congénita al dolor sólo tienen entre un 24 y un 28% de fibras de tipo C.

Basándose en esto, James Rose, de la Universidad de Wyoming, ha argumentado que la ausencia de fibras de tipo C en los tiburones cartilaginosos y las rayas indica que la señalización que conduce a la percepción del dolor es probablemente imposible, y las bajas cifras de los peces óseos (por ejemplo, el 5% de la carpa y la trucha) indican que esto también es muy poco probable para estos peces.

Rose concluye que hay pocas pruebas de que los tiburones y las rayas posean los nociceptores necesarios para iniciar la detección del dolor en el cerebro y que, aunque los peces óseos son capaces de aprender inconscientemente a evitar los estímulos perjudiciales, es poco más probable que los tiburones que experimenten un dolor consciente.

No obstante, hay otras investigaciones que parecen apuntar a conclusiones diferentes.

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