En la mitología griega, los sátiros eran criaturas salvajes, amantes de la naturaleza, mitad hombre y mitad cabra o caballo, que vivían en los bosques y los montes.

Eran seguidores de Dioniso, el dios del vino y la fertilidad agrícola y conocido por su amor por la música, el vino y las mujeres.

Eran inteligentes pero traviesos, pervertidos pero hábiles en la música, y su físico reflejaba sus rasgos de personalidad aparentemente contradictorios.

También acompañaban a dioses similares, como Pan y Sileno, vagando por bosques y montañas.

A los sátiros, como démones o númenes del ámbito rural, se los suele asociar con el tíaso o comitiva de Dioniso, y a veces son referidos con otros nombres poéticos, como silenos,​ títiros,​ panes,​ satiriscos​ o, en la poesía tardía, faunos.

Dependiendo del poeta estos nombres son sinónimos de los sátiros o especies relacionadas con ellos. Los sátiros tenían rasgos de cabra o carnero (pezuñas, pelaje o cuernos), por lo que muchos antiguos creían que la palabra sátiro era idéntica a títiro, esto es, carnero.

Aunque no los menciona Homero, en un fragmento de Hesíodo recogido por Estrabón se dice que los sátiros son hermanos de las ninfas de las montañas y de los curetes y que son criaturas inútiles e incapaces de trabajar.

Al menos los sátiros habían nacido de Hermes y de Iftime, hija de Doro.​ Otros los creen hijos del sonriente Sileno,​ o bien la estirpe nació de los tres hijos de Sileno, llamados Astreo, Marón y Leneo.

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