Los capilares sanguíneos son los más pequeños y numerosos de los vasos sanguíneos. Su diámetro oscila entre 5 y 10 micras (μm) y su longitud promedio puede llegar a 1 milímetro (mm).

Forman la conexión entre los vasos que transportan la sangre desde el corazón (arterias) y los vasos que la devuelven al corazón (venas). Su función principal es el intercambio de materiales entre la sangre y las células de los tejidos.

Solo el 5 % de la sangre se encuentra en la circulación capilar y con ese volumen tan pequeño de sangre se asegura la función de intercambio de sustancias. Estas sustancias son nutrientes, gases y productos finales del metabolismo celular.

La distribución de los capilares varía en función de la actividad metabólica de los tejidos corporales. Tejidos como el músculo esquelético, el hígado y el riñón tienen extensas redes capilares porque son metabólicamente activos y requieren un abundante suministro de oxígeno y nutrientes.

Otros tejidos, como el tejido conjuntivo, tienen un suministro menos abundante de capilares. La epidermis de la piel y el cristalino y la córnea del ojo carecen por completo de una red capilar.

En los capilares situados en los alveolos pulmonares es donde se produce la entrada de oxígeno en la sangre y la salida de dióxido de carbono para ser expulsado al exterior a través de los movimientos respiratorios. Esta función de los capilares es imprescindible para mantener al organismo con vida.

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