La nariz se divide por el tabique nasal en dos cavidades denominadas fosas nasales. Durante el proceso de la respiración, el aire pasa a través de estos conductos donde el aire se filtra y se humedece antes de entrar en los pulmones.

Cuando inhalas aire a través de las fosas nasales, el aire ingresa por los conductos nasales y viaja hacia la cavidad nasal. Luego, el aire pasa por la parte posterior de la garganta hacia la tráquea en su camino hacia los pulmones.

Las fosas nasales también son una calle de dos sentidos. Cuando exhalas el aire viejo de tus pulmones, la fosa nasal es la vía principal para que el aire salga de tu cuerpo, pero es más que una vía para el aire. La fosa nasal también calienta, humedece y filtra el aire antes de que llegue a los pulmones.

Internamente se compone por huesos, tejido conectivo y cartílagos revestidos por una mucosa en la que se encuentran zonas densas de vascularización.

En las fosas nasales encontramos los cornetes, estructuras de hueso con una delicada mucosa nasal. Esta mucosa produce moco, esa sustancia pegajosa en la nariz que llamamos mocos. El moco captura el polvo, los gérmenes y otras partículas pequeñas que podrían irritar los pulmones. Si miras dentro de tu nariz, también verás pelos que pueden atrapar partículas grandes, como suciedad o polen.

Algunos mamíferos acuáticos, como las ballenas o los delfines, tienen las fosas nasales situadas en la parte superior del cráneo.

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