Buscado con ahínco por Von Ribbentrop y la diplomacia alemana desde 1938, topó con la falta de preparación italiana para una guerra inmediata. La agudización de las tensiones en 1939, y en el caso italiano, la creciente tensión con Francia, llevaron a que Mussolini y Ciano se avinieran finalmente a firmar un pacto de estrecha alianza militar.

Con la estipulación del llamado Pacto de Acero, firmado por Galeazzo Ciano y Joachim von Ribbentrop en Berlín, se subrayaba la sumisión de la Italia fascista a los designios e intereses de la Alemania nazi.

El pacto preveía el compromiso recíproco de apoyo armado en caso que la otra parte entrase en guerra. De hecho, a pesar de que formalmente el pacto obligaba a los dos países, en realidad fue un modo de empujar a Italia a intervenir al lado de Alemania en una guerra que Hitler ya estaba preparando.

Italia ansiaba ampliar su terreno buscando ser una gran potencia. Ansiaba Niza y Saboya de los franceses, ya había conquistado Abyssinia y ambicionaba Albania.

Italia, exhausta su industria de guerra tras la intervención en España, pidió que el conflicto no estallara en un plazo de al menos tres años. Diversos malentendidos entre ambas potencias totalitarias, precipitaron que la más poderosa de las dos arrastrara a la guerra a la otra en septiembre de 1939. Mussolini, alegando la falta de preparación del ejército italiano, esperó unos meses hasta lanzarse a la guerra junto a su aliado germano.

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