El término detective tiene su raíz etimológica en la lengua inglesa. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), se trata de un policía particular que se dedica al desarrollo de investigaciones reservadas y que, en determinados casos, puede intervenir en un proceso judicial.

La palabra proviene del latín 'detectus', y este del verbo 'detegere' formado por 'de-' (quitar) y '-tegere' (cubrir); en resumen y en su origen significó «quitar la cubierta».

La función del detective es detectar algún factor que permita aclarar cómo se desarrolló un hecho. Puede tratarse de un integrante de una fuerza de seguridad o de un investigador autónomo.

Los detectives privados, para poder desarrollar su labor, deben tener algún tipo de autorización para desempeñar estas actividades, así como una capacitación adecuada. En España, se exige la titulación universitaria de investigación privada, mientras que en otros países solo es preciso solicitar un permiso oficial.

Las historias sobre detectives son usuales en la literatura desde el inicio del siglo XIX. Sherlock Holmes, personaje de Arthur Conan Doyle, así como Hércules Poirot, personaje de Agatha Christie, son los detectives más famosos en las novelas y en la pantalla grande.

Aun cuando parezca extraño, a diferencia de otros países del continente europeo que disponían de policía en exceso, Inglaterra no contó con una fuerza policial estatal hasta bien entrado el siglo XVIII.

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