Un riñón está compuesto por numerosas nefronas, sobre todo en su corteza. Estas convergen en los conductos colectores, que a su vez forman los conductos papilares y vacían finalmente en la pelvis renal, una especie de gran "embudo" por el que pasa la orina hacia el uréter.

En los vertebrados más simples, cada riñón cuenta con centenares de nefronas, mientras que en humanos y otros mamíferos de tamaño considerable, hay un millón o más.

Al llegar a la nefrona, el plasma sanguíneo recorre una especie de embrollo de capilares (el glomérulo), el cual está rodeado por una estructura con forma de copa (cápsula de Bowman), donde se recolecta el ultrafiltrado de los que serán los primeros componentes de la orina.

Otra región de la nefrona es la porción tubular, donde el túbulo proximal, el asa de Henle y el túbulo distal realizan más funciones de filtrado y reabsorción de componentes sanguíneos.

La estructura de una nefrona es particularmente compleja, y no todas son iguales, pues varía la ubicación del corpúsculo renal (glomérulo y cápsula de Bowman).

Como estructura funcional del riñón, la nefrona es un elemento homeostático indispensable, regulando la filtración, absorción y excreción del agua y de las distintas moléculas disueltas en esta, desde sales y glucosa hasta elementos más grandes como lípidos y proteínas. Gracias a ella, los riñones se constituyen como órganos principales en la excreción de desechos y regulación de un óptimo ambiente interno del organismo.

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